viernes, 13 de noviembre de 2009

El Cambio Climático y sus efectos en la producción de alimentos

La población de la mitad de los municipios de México vive en la desnutrición y la inseguridad alimentaria por su grave condición de pobreza.
Se trata de comunidades rurales con muy poca capacidad de producir sus propios alimentos, debido a políticas económicas que han desalentado la producción campesina y provocado la migración de los jóvenes a las ciudades del país o a Estados Unidos en busca de empleo e ingreso. Migración que ha generado mucha presión sobre las mujeres rurales hoy al frente de la familia, pues ahora tienen sobrecarga de trabajo ya que aparte de las tradicionales tareas domésticas y de traspatio, deben ocuparse de la milpa, la huerta y el potrero, y a veces tienen que jornalear, vender verdura o hacer artesanías para conseguir algún dinero adicional. Pero ni con todos sus esfuerzos pueden producir los alimentos que antes se cosechaban en el campo y que en alguna época permitieron la autosuficiencia alimentaria nacional. Por otro lado las personas mayores y los abuelos están cansados o enfermos, y muchos ya no pueden ni tienen a quien transmitir sus saberes, por lo que la milenaria cultura agrícola está perdiéndose silenciosamente.

Las políticas gubernamentales de desaliento a la producción campesina, no solamente afectan a la población rural de México, también en las ciudades se vive una fuerte escasez de alimentos. Este es el resultado del libre mercado que condenó a la producción campesina nacional por no poder competir con granos y alimentos de otros países en términos de costos y precios.
Las últimas cinco administraciones del gobierno federal, han argumentado que más vale comprar alimentos baratos del extranjero, que producirlos caros en el campo mexicano, como pretexto para abrir nuestras fronteras a la importación indiscriminada de alimentos, algunos de dudosa calidad, alto riesgo sanitario y precios “falsamente baratos”. Resulta que en el momento actual de crisis financiera, estos alimentos importados -que en alguna época fueron más baratos que los nacionales- hoy se han encarecido y no están al alcance de la gente.
De modo que desalentar la agricultura campesina, importar granos y alimentos caros ha contribuído a la inseguridad alimentaria nacional, hermanando en el hambre, a población urbana y rural.
Pero no sólo las crisis económica y alimentaria en las que derivó el abandono del campo por más de 20 años, y la actual crisis financiera iniciada en el 2007, son las que están sumando día a día desnutridos en México y en los países pobres del mundo, también la naturaleza ha empezado a reaccionar por el deterioro y la degradación ambiental causadas por ambiciosas, contaminantes y despilfarradoras actividades humanas.

Las actividades industriales más irresponsables con el medio ambiente que se practican en el planeta, incluida la agricultura industrializada, emiten gran cantidad de calor y ciertos gases como el famoso bióxido de carbono conocido como CO2.
La acumulación de este gas y de otros menos abundantes, provoca el calentamiento de la atmósfera. Esto sucede cuando ciertas capas de aire que envuelven la tierra se calientan, y los gases acumulados crean un tapón en la atmósfera que impide salir el calor (generado por las múltiples actividades, principalmente las industriales) y provoca el peligroso efecto de un gran invernadero donde se retienen gases y calor, como si el planeta estuviera cubierto por una hermética burbuja de plástico.
Que la atmósfera se caliente tiene varias consecuencias: se afecta el ciclo de muchos seres vivos, incluidas las plantas que cultivamos o recolectamos para comer; se afectan las aguas de oceános, ríos y lagos, ya que el agua se calienta y evapora más rápido, formando grandes nubes, las que, con alteración de las corrientes de aire, generan grandes sequías o ciclones y huracanes cada vez más intensos y frecuentes. Estos huracanes no solamente arrastran la vegetación y el suelo fértil de muchos lugares, sino que destruyen viviendas, pertenencias de las familias y muchas veces cobran vidas humanas.
Gracias a la observación y a sistemáticos registros del clima durante muchos años, ahora sabemos que el calentamiento de la atmósfera está provocando un cambio en los climas del mundo. A esto se le ha llamado Cambio Climático. Por ejemplo, zonas que antes eran templadas, ahora tienen un clima más parecido al de zonas tropicales. Otras regiones donde anteriormente llovía en alguna época del año, ahora padecen prolongados periodos de sequía.

La agricultura es una de las actividades humanas más afectadas por el Cambio Climático porque depende más que ninguna otra de los caprichos de la naturaleza. Gran parte de la agricultura en el mundo es temporalera, pero una lluvia excesiva puede inundar los sembradíos y provocar la pérdida de la cosecha; o bien la falta de agua impide que crezcan y se desarrollen los cultivos. Ahora son cada vez más los fenómenos meteorológicos que destruyen los campos, que merman las cosechas, que provocan plagas sin control. Esta situación es una respuesta de la naturaleza a las actividades económicas depredadoras que hemos realizado durante mucho tiempo: nos acabamos los bosques, destruimos las selvas, contaminamos y dilapidamos el agua, saqueamos la biodiversidad, y estamos agotando los yacimientos petroleros del planeta. Todo ello repercute en una producción cada vez más pobre y limitada de alimentos, y en crecimiento de la pobreza y la desnutrición. Ante el constante aumento del calentamiento global, muchas variedades de cultivos deberán sustituirse por otras, pues las actuales están debilitándose y ya no pueden crecer bien, ni aguantar sequías, plagas o ventarrones.
¿De dónde saldrán variedades resistentes y productivas? pues de las semillas nativas que aún conservan muchas comunidades rurales del mundo. El valor de estas semillas es inmenso pues son material estratégico en la búsqueda o generación de variedades capaces de adaptarse a las nuevas condiciones climáticas. Si las comunidades protegen estas semillas y convencen a los gobiernos locales y estatales de la importancia de cuidarlas y de apoyar esta tarea con presupuesto público como un asunto de seguridad nacional y como parte de una política alimentaria de emergencia, la población campesina y el resto de la nación, podrían recuperar su seguridad alimentaria, aún bajo las nuevas y adversas condiciones climáticas.
Liza Covantes, Investigadora y asesora del PIDAASSA
México, septiembre de 2009.

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