La Vía
Campesina se movilizará para este evento, representando a la voz
campesina en el debate mundial y defendiendo un camino diferente de
desarrollo, arraigado en el bienestar de todos y todas, que garantice
los alimentos para todos, que proteja y garantice que los bienes comunes
y los recursos naturales estén al servicio de un buen vivir para todas y
todos y no de las necesidades de acumulación de unos pocos.
20 años después: el planeta y la humanidad en crisis
20 años
después de la Cumbre de la Tierra, el conjunto de la vida en el planeta
se ha vuelto dramáticamente difícil. El número de personas hambrientas
ha aumentado a casi mil millones, lo que significa que uno de cada seis
seres humanos está pasando hambre, principalmente niños y mujeres del
campo. La expulsión desde nuestras tierras y territorios sigue avanzando
de manera acelerada, ya no sólo por las condiciones de desventaja que
se nos imponen desde los tratados comerciales y el sector industrial,
sino por nuevas formas de acaparamiento de la tierra y el agua, la
imposición global de formas de propiedad intelectual que nos roban
nuestras semillas, por la invasión de semillas transgénicas, el avance
de las plantaciones de monoculivos, los megaproyectos, la minería.
Las
grandes promesas de Río 92 han resultado una farsa. El Convenio de
Biodiversidad no detuvo la destrucción de la biodiversidad y fortaleció y
generó nuevos mecanismos destinados a privatizarla y convertirla en
mercancía. La desertificación sigue avanzando de la mano de la
agricultura industrial y la expansión de los agronegocios y de las
plantaciones de monocultivos. El calentamiento de nuestro planeta -con
todo los desastres y el sufrimiento dramático que ya está causando- no
se ha detenido, sino que se ha acelerado y agravado.
El gran
engaño de 1992 fue el “desarrollo sustentable”, que inicialmente las
organizaciones sociales vimos como una posibilidad de enfrentar la raíz
de los problemas. Sin embargo, no fue más un lavado de cara de la
búsqueda de nuevas formas de acumulación. Hoy buscan legitimar una nueva
fachada, especialmente bajo el nombre de “economía verde”
La “economía verde” y otras falsas soluciones: un nuevo asalto a los pueblos y sus territorios
La
ganancia capitalista ha generado la mayor crisis del sistema desde 1929.
Desde 2008, el sistema hegemónico intenta encontrar salidas a su crisis
estructural, buscando nuevas posibilidades de acumulación que mantengan
su lógica. Es en este contexto que ocurrió la captura corporativa de
los convenios de diversidad biológica y cambio climático y,
consecuentemente, el desarrollo de esta nueva ingeniería financiera
llamada Capitalismo Verde.
Gobiernos,
empresarios y los organismos de Naciones Unidas han pasado los últimos
años construyendo el mito de la “economía verde” y del “enverdecimiento
de la tecnología”. La presentan como la nueva posibilidad de hacer
coincidir el cuidado de la Tierra con los negocios, pero es en realidad
la vía para lograr nuevos avances del capitalismo, hasta poner a todo el
planeta bajo el control de los grandes capitales. Son varios los
mecanismos que se impulsarán a través de la economía verde y todos ellos
aumentarán la destrucción. Más específicamente,
La
economía verde no busca detener el cambio climático ni el deterioro
ambiental, sino generalizar el principio que quien tiene dinero puede
seguir contaminando. Hasta el momento han utilizado la farsa de la
compra de bonos de carbono para poder seguir emitiendo gases
invernadero. Hoy están inventando los bonos de biodiversidad. Es decir,
las empresas podrán seguir destruyendo bosques y ecosistemas, siempre y
cuando le paguen a alguien para que supuestamente conserve la
biodiversidad en algún otro lado. Mañana posiblemente inventen los bonos
de agua, de paisaje, de aire puro.
Los
sistemas de pago por servicios ambientales se están utilizando para
quitarle sus tierras y territorios a los pueblos indígenas y campesinos.
El mecanismo que están impulsando con más fuerza gobiernos y empresas
es el sistema REDD y REDD plus. Dicen que es un sistema para reducir las
emisiones de gases invernadero producto de la deforestación y
degradación de los bosques, pero se está utilizando para imponer, por un
pago irrisorio, planes de manejo que les niegan a familias y
comunidades rurales el acceso a sus propias tierras, bosques y fuentes
de agua. Además, garantizan el acceso irrestricto de las empresas a las
áreas de bosque colectivo, potencializando la biopiratería. También
imponen contratos que amarran a las comunidades a esos planes de manejo
por 20 años o más y que dejan las tierras indígenas y campesinas como
prenda hipotecaria, lo que crea la posibilidad cierta de que esas
comunidades pierdan sus tierras. El objetivos de los servicios
ambientales es tomar control de los espacios naturales de reserva y de
los territorios que aún están bajo el control de nuestras comunidades.
Otra
iniciativa de la economía verde es convertir a las plantas, las algas y a
todos los restos orgánicos (rastrojos, estiércol, etc) en fuente de
energía para sustituir el petróleo; es lo que llaman “uso de la biomasa”
. Con los agrocombustibles, esto ha significado que millones de
hectáreas que debieran estar cubiertas de bosques o produciendo
alimentos hoy se utilizan para alimentar máquinas. Si efectivamente se
generaliza el uso energético de la biomasa, veremos que la vida en el
mar se reduce aún más porque una parte importante de especies marinas se
quedará sin alimento, que nuestros suelos no recuperarán la materia
orgánica que es imprescindible para conservar la fertilidad y protegerse
contra la erosión y la sequedad, y que será imposible alimentar a
nuestros animales porque los alimentos se harán cada vez más escasos y
caros. También se agravará la escasez de agua, ya sea por el cultivo de
agrocombustibles, ya sea por que nuestros suelos no tendrán capacidad
para absorber y retener agua al faltarles la materia orgánica.
Después
nos hablan de “agricultura climáticamente inteligente”, que sólo busca
que aceptemos una nueva Revolución Verde -posiblemente con transgénicos-
y que en vez de exigir apoyo efectivo para defendernos de los efectos
del cambio climático, aceptemos pagos irrisorios que funcionarán igual
que REDD. También buscan imponernos sistemas altamente dependientes de
grandes cantidades de agrotóxicos, como la siembra directa a base de
pulverizaciones aéreas de Round Up, los que pasan a ser llamados
“agricultura baja en carbono.” Es decir, nos obligarán a hacer un cierto
tipo de agricultura y podremos perder el control sobre nuestros
territorios, nuestros ecosistemas y nuestra agua.
Uno de
los aspectos más perversos de las falsas soluciones que se impulsan en
las negociaciones internacionales es la de restringir el acceso y el uso
del agua de riego. Usando como pretexto el hecho que el agua de riego
es escasa, proponen que el agua se concentre en “cultivos de alto
valor”; es decir que se rieguen los cultivos de exportación, los
agrocombustibles y otros cultivos industriales, y que se deje de regar
los cultivos para la propia alimentación
El
impulso de soluciones tecnológicas que no son solución alguna es parte
también de la agenda de las discusiones en Río. Entre las más peligrosas
están la geoingeniería y la aceptación de los cultivos transgénicos.
Hasta el momento, ninguna de las soluciones propuestas por la
geoingeniería ha demostrado tener capacidad real de solucionar los
problemas del clima. Por el contrario, algunas de las formas de
geoingeniería (como la fertilización de los mares) son tan peligrosas
que internacionalmente se ha declarado una moratoria sobre ellas. Para
que aceptemos los transgénicos se nos dice que crearán cultivos
resistente a la sequía y al calor, pero lo único nuevo en transgénicos
es más variedades resistentes a herbicidas, las que además están
haciendo que vuelvan al mercado herbicidas altamente tóxicos, como el
2,4,-D.
El plan
más ambicioso y lo que algunos gobiernos identifican como “el mayor
desafío” es el de ponerle precio a todos los bienes de naturaleza (como
el agua, la biodiversidad, el paisaje, la vida silvestre, las semillas,
la lluvia, etc), para luego privatizarlos (con la excusa de que
conservarlos requiere dinero) y cobrarnos por su uso. A esto se le llama
la Economía de los Ecosistemas y la Biodiversidad (TEEB). Es el asalto
final a la naturaleza y la vida, pero también a los medios de trabajo y
de vida de los pueblos que viven de la agricultura, la caza y la pesca.
Este
capitalismo “verde” tiene en la mira especialmente los espacios rurales
comunes, la agricultura, la tierra y el agua. Ya estamos sufriendo sus
efectos en la forma de acaparamientos de tierra, privatización del agua y
de los océanos, de los territorios indígenas, de los parques nacionales
y las reservas naturales, todos procesos que están siendo acompañados
de expulsiones forzadas de comunidades campesinas e indígenas.
La solución real: poner al centro las agriculturas campesinas e indígenas
Los
pueblos campesinos e indígenas somos quienes concentramos los mayores
niveles de pobreza, porque se nos ha despojado de la tierra y se nos ha
cercado por la ley o por la fuerza para que no podamos cultivar e
intercambiar libremente. Sin embargo, somos pueblos que seguimos
resistiendo la expulsión desde el campo, y aún somos más del 90% de la
población rural. Nuestras formas de hacer agricultura enfrían el
planeta, cuidan los ecosistemas y aseguran la alimentación para los
sectores más pobres.
Toda
solución real pasa por detener el lucro desenfrenado del capital, acabar
con la complicidad de los gobiernos y apoyar las formas de producción
que efectivamente cuiden el planeta. La Soberanía Alimentaria es parte
del corazón de los cambios necesarios, el único camino real para hacer
posible alimentar a toda la humanidad. Nuestras propuestas son claras y
entregan soluciones reales:
Debemos
cambiar el sistema alimentario industrial agroexportador por un sistema
basado en la soberanía alimentaria, que devuelva a la tierra su función
social como productora de alimentos y sustentadora de la vida, que ponga
en el centro la producción local de alimentos, los circuitos de
comercialización y procesamiento local. La soberanía alimentaria permite
acabar los monocultivos y los agronegocios, fomentar los sistemas de
producción campesina que se caracterizan por su mayor intensidad y
productividad, su capacidad para dar trabajo, cuidar el suelo y entregar
una producción sana y diversificada. La agricultura campesina e
indígena es también la que puede enfriar el planeta; con capacidad de
absorver o evitar hasta 2/3 de los gases invernaderos que se emiten cada
año.
La tierra
actualmente en manos campesinas e indígenas es alrededor del 20% de la
tierra agrícola a nivel global. Si embargo, con esa tierra las familias y
comunidades campesinas e indígenas producimos al menos la mitad de la
alimentación mundial. En nuestras manos está la forma más segura y
eficiente de superar el hambre en el mundo.
Para
asegurar alimentación para todos y restaurar la normalidad climática en
la tierra, es necesario que la agricultura vuelva a ser una tarea en
manos principalmente de comunidades campesinas y pueblos indígenas. Para
ello debe hacerse de manera urgente reformas agrarias integrales y de
gran amplitud, que acaben con la concentración extrema y creciente de la
tierra que hoy afecta a la humanidad. Esas reformas agrarias son las
que darán las condiciones materiales para que la agricultura cumpla su
papel en beneficio de la humanidad entera y por ello la defensa y
protección de las agriculturas campesinas e indígenas es hoy una tarea
de todas y todos. En lo inmediato, es necesario detener todos las
transacciones, concesiones y traspasos que signifiquen concentración o
acaparamiento de tierras y/o desplazamiento de comunidades rurales.
Los
sistemas campesinos e indígenas de agricultura, caza, pesca y pastoreo
que ayudan a cuidar la tierra y la alimentación deben ser apoyados
adecuadamente con fondos y medios públicos no condicionados. Los
mecanismos de mercado -como venta de carbono y servicios ambientales-
deben desmontarse de inmediato y reemplazarse por medidas reales, como
las que mencionamos más arriba. Detener la contaminación es un deber que
nadie puede evadir comprando derechos a seguir destruyendo.
El uso
legítimo de lo que ahora organismos internacionales y empresariales
llaman biomasa es alimentar a los seres vivos y volver a la tierra para
restaurar su fertilidad. Las emisiones provenientes del derroche de
energía deben reducirse en base al ahorro y el fin del despilfarro.
Necesitamos fuentes de energía renovable decentralizados, al alcance de
los pueblos.
Todos movilizados para desenmascarar Rio+20 y el capitalismo verde
Nosotros y
nosotras, campesinos y campesinas, agricultores y agricultoras
familiares, campesinos y campesinas sin tierra, pueblos indígenas y
migrantes -hombres y mujeres- nos oponemos decididamente a la
mercantilización de la tierra, nuestros territorios, el agua, las
semillas, los alimentos, la naturaleza y la vida humana. Reiteramos lo
dicho en la Cumbre de los Pueblos en Cochabamba, Bolivia: “La humanidad
está frente a una gran disyuntiva: continuar el camino del capitalismo,
la depredación y la muerte, o emprender el camino de la armonía con la
naturaleza y el respeto a la vida.”
Repudiamos
y denunciamos la economía verde como una nueva máscara para ocultar
mayores niveles de codicia de las corporaciones y del imperialismo
alimentario en el mundo y como una forma brutal de lavarle la cara al
capitalismo, que sólo impone falsas soluciones, como el comercio de
carbono, REDD, la geoingienería, los transgénicos, los agrocombustibles,
el bio-char y todas las soluciones de mercado a la crisis ambiental.
Nuestro
reto es restituir otra manera de relacionarnos con la naturaleza y entre
los pueblos. Ese es también nuestro deber y nuestro derecho y por ello
seguiremos luchando y llamamos a seguir luchando incansablemente por la
construcción de la soberanía alimentaria, por la reforma agraria
integral y la recuperación de los territorios indígenas, por poner fin a
la violencia del capital, y por restituir los sistemas campesinos e
indígenas de producción basados en la agroecología.
NO A LAS FALSAS SOLUCIONES DEL CAPITALISMO VERDE
AGRICULTURA CAMPESINA YA!
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